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Friday, November 29, 2013

Carta del Jefe Seattle al Presidente de los EEUU

Así Termina la Vida y Comienza la supervivencia

Carta del Jefe Indio Seattle
El Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras. El Gran Jefe también nos envía palabras de amistad y buena voluntad. Apreciamos esta gentileza porque sabemos que poca falta le hace, en cambio, nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta, pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego y tomarse nuestras tierras. El Gran Jefe de Washington podrá confiar en lo que dice el Jefe Seattle con la misma certeza con que nuestros hermanos blancos podrán confiar en la vuelta de las estaciones. Mis palabras son inmutables como las estrellas.


¿Cómo podéis comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? Esta idea nos parece extraña. No somos dueños de la frescura del aire ni del centelleo del agua. ¿Cómo podríais comprarlos a nosotros? Lo decimos oportunamente. Habeis de saber que cada partícula de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada hoja resplandeciente, cada playa arenosa, cada neblina en el oscuro bosque, cada claro y cada insecto con su zumbido son sagrados en la memoria y la experiencia de mi pueblo. La savia que circula en los árboles porta las memorias del hombre de piel roja.


Los muertos del hombre blanco se olvidan de su tierra natal cuando se van a caminar por entre las estrellas. Nuestros muertos jamás olvidan esta hermosa tierra porque ella es la madre del hombre de piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las fragantes flores son nuestras hermanas; el venado, el caballo, el águila majestuosa son nuestros hermanos. Las praderas, el calor corporal del potrillo y el hombre, todos pertenecen a la misma familia. 

"Por eso, cuando el Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras, es mucho lo que pide. El Gran Jefe manda decir que nos reservará un lugar para que podamos vivir cómodamente entre nosotros. El será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por eso consideraremos su oferta de comprar nuestras tierras. Mas, ello no será fácil porque estas tierras son sagradas para nosotros. El agua centelleante que corre por los ríos y esteros no es meramente agua sino la sangre de nuestros antepasados. Si os vendemos estas tierras, tendréis que recordar que ellas son sagradas y deberéis enseñar a vuestros hijos que lo son y que cada reflejo fantasmal en las aguas claras de los lagos habla de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.


Los ríos son nuestros hermanos, ellos calman nuestra sed. Los ríos llevan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si os vendemos nuestras tierras, deberéis recordar y enseñar a vuestros hijos que los ríos son nuestros hermanos y hermanos de vosotros; deberéis en adelante dar a los ríos el trato bondadoso que daréis a cualquier hermano.


Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de ser. Le da lo mismo un pedazo de tierra que el otro porque él es un extraño que llega en la noche a sacar de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermano sino su enemigo. Cuando la ha conquistado la abandona y sigue su camino. Deja detrás de él las sepulturas de sus padres sin que le importe. Despoja de la tierra a sus hijos sin que le importe. Olvida la sepultura de su padre y los derechos de sus hijos. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano el cielo, como si fuesen cosas que se pueden comprar, saquear y vender, como si fuesen corderos y cuentas de vidrio. Su insaciable apetito devorará la tierra y dejará tras sí sólo un desierto.


No lo comprendo. Nuestra manera de ser es diferente a la vuestra. La vista de vuestras ciudades hace doler los ojos al hombre de piel roja. Pero quizá sea así porque el hombre de piel roja es un salvaje y no comprende las cosas. No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ningún lugar donde pueda escucharse el desplegarse de las hojas en primavera o el orzar de las alas de un insecto. Pero quizá sea así porque soy un salvaje y no puedo comprender las cosas. El ruido de la ciudad parece insultar los oídos. ¿Y qué clase de vida es cuando el hombre no es capaz de escuchar el solitario grito de la garza o la discusión nocturna de las ranas alrededor de la laguna? Soy un hombre de piel roja y no lo comprendo. Los indios preferimos el suave sonido del viento que acaricia la cala del lago y el olor del mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado por la fragancia de los pinos.


El aire es algo precioso para el hombre de piel roja porque todas las cosas comparten el mismo aliento: el animal, el árbol y el hombre. El hombre blanco parece no sentir el aire que respira. Al igual que un hombre muchos días agonizante, se ha vuelto insensible al hedor. Mas, si os vendemos nuestras tierras, debéis recordar que el aire es precioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con toda la vida que sustenta. Y, si os vendemos nuestras tierras, debéis dejarlas aparte y mantenerlas sagradas como un lugar al cual podrá llegar incluso el hombre blanco a saborear el viento dulcificado por las flores de la pradera.


Consideraremos vuestra oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, pondré una condición: que el hombre blanco deberá tratar a los animales de estas tierras como hermanos. Soy un salvaje y no comprendo otro modo de conducta. He visto miles de búfalos pudriéndose sobre las praderas, abandonados allí por el hombre blanco que les disparó desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo como el humeante caballo de vapor puede ser más importante que el búfalo al que sólo matamos para poder vivir. ¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales hubiesen desaparecido, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu. Porque todo lo que ocurre a los animales pronto habrá de ocurrir también al hombre. Todas las cosas están relacionadas ente sí.


Vosotros debéis enseñar a vuestros hijos que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, debéis decir a vuestros hijos que la tierra está plena de vida de nuestros antepasados. Debéis enseñar a vuestros hijos lo que nosotros hemos enseñados a los nuestros: que la tierra es nuestra madre. Todo lo que afecta a la tierra afecta a los hijos de la tierra. Cuando los hombres escupen el suelo se escupen a sí mismos.


Esto lo sabemos: la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida: es sólo una hebra de ella. Todo lo que haga a la red se lo hará a sí mismo. Lo que ocurre a la tierra ocurrirá a los hijos de la tierra. Lo sabemos. Todas las cosas están relacionadas como la sangre que une a una familia.

 
Aún el hombre blanco, cuyo Dios se pasea con él y conversa con el -de amigo a amigo no puede estar exento del destino común-. Quizá seamos hermanos, después de todo. Lo veremos. Sabemos algo que el hombre blanco descubrirá algún día: que nuestro Dios es su mismo Dios. Ahora pensáis quizá que sois dueño de nuestras tierras; pero no podéis serlo. El es el Dios de la humanidad y Su compasión es igual para el hombre blanco. Esta tierra es preciosa para El y el causarle daño significa mostrar desprecio hacia su Creador.

Los hombres blancos también pasarán, tal vez antes que las demás tribus. Si contamináis vuestra cama, moriréis alguna noche sofocados por vuestros propios desperdicios. Pero aún en vuestra hora final os sentiréis iluminados por la idea de que Dios os trajo a estas tierras y os dio el dominio sobre ellas y sobre el hombre de piel roja con algún propósito especial. Tal destino es un misterio para nosotros porque no comprendemos lo que será cuando los búfalos hayan sido exterminados, cuando los caballos salvajes hayan sido domados, cuando los recónditos rincones de los bosques exhalen el olor a muchos hombres y cuando la vista hacia las verdes colinas esté cerrada por un enjambre de alambres parlantes. ¿Dónde está el espeso bosque? Desapareció. 

¿Dónde está el águila? Desapareció. Así termina la vida y comienza la supervivencia....

PROTESTA contra la DESCRIMINACION y PERFIL RACIAL de AZ1070 por la Policia de Phoenix, AZ

Marcha y Protesta
SABADO 30 de NOVIEMBRE
Empezando 8:00 AM 
802 N.7th Street
hasta llegar al
DEPARTAMENTO de POLICIA de PHOENIX
7th Avenue and Washington
9:00 AM - 12:00 PM

SOUNDCLOUD:
Entrevistas con Los Miembros de Los Comités de Defensa del Barrio
Raul Cordero y Jorge Frias

Stop Phoenix Police Department De Facto Deportations

Stop Legal Highway Robbery of Cars
Recently Phoenix Police Chief Daniel Garcia declared in front of Mexican Consulate Roberto Rodriguez that his police force will continue enforcing SB1070 because it is the law. The Mexican Consulate instead of protesting racial profiling against Mexican Citizens urged Mexican people to cooperate with the police in reporting crimes.

The Phoenix police department officers have the discretion to take away cars and report people to ICE who they suspect of not having legal documentation to reside in the U.S. The pretext utilized for stopping brown looking Mexicans is that “undocumented” can not legally obtain an Arizona Driver’s License and the license plates showed an owner who had no driver’s license. What Chief Garcia doesn’t tell his police officers is that they also have the discretion to ignore unjust laws. Some officers have chosen instead to unleash terror on Mexican communities within the City of Phoenix.

YouTube:




Tlahtollli Tonatierra


Todos los cuentos de hadas terminan con “y vivieron felices para siempre. Colorín, colorado que este cuento se ha acabado.” Pero desafortunadamente en la vida real los cuentos de hadas se convierten en cuentos de horror y las pesadillas continúan infinitamente. Es por eso que este día de Gracias la versión oficial de porque celebramos el día de Gracias no es solo una mentira sino que esconde la verdadera historia de terror que aun hoy nuestros pueblos siguen viviendo. A continuación la versión de nuestros antepasados indígenas. 

A las costas de las grandes aguas saladas se veían unas canoas gigantes con pieles grandes que se llenaban de aire y se movían sobre el agua. Nosotros las veíamos con asombro. Luego, en canoas más pequeñas se acercaron hombres de tez blanca y algunos con barbas amarillas que desembarcaron. Nosotros los observábamos puesto que no sabíamos quiénes eran ni cuáles eran sus intenciones. El viento del norte soplaba y dejaba sabanas de nieve sobre la tierra y las plantas que allí crecían. Todo era blanco y nosotros siempre almacenábamos suficiente maíz, frijol, y otras cosas para sobrevivir. Asignamos a los mejores cazadores, los que saben esconderse entre la madre tierra para no ser vistos a que observaran estos hombres blancos y nos dieran información de como se comportaban.


        
Los reportes que nos dieron fueron desgarradores. Eran torpes. No tenían pieles sobre su cuerpo y el frio los tenían congelados. Nos dieron lastima y decidimos enviar algunos a que hablaran con ellos y les dieran algo de comida de la que nosotros teníamos guardada. Nos dieron tanta lástima que les ofrecimos nuestras casas para que no se murieran de frio. Las primeras palabras que entendimos de ellos fue Thank You, que nos decían cada vez que les dábamos caldito de venado, o sopa de elote, Así se pasaron todo el invierno. Paso toda la temporada y en la primavera les enseñamos a sembrar maíz, calabaza, frijol, y fuimos a cazar juntos. Allí es donde nos dimos cuenta que ellos tenían un palo que dispara lumbre y que puede matar a distancias más lejos que la flecha. Al principio nos impresiono ese poder que salía de la punta de ese palo y pensamos que ese poder podía ser dañino porque hace al que lo carga sentirse poderoso.

            
Cuando les preguntamos cuando seguirían por su camino ellos dijeron que les gustaba allí y que querían quedarse. Bueno dijimos, la madre tierra es grande y da para todos. Luego empezaron a llegar más canoas con pieles blancas. Esos hombres no venían a compartir con la madre tierra. Nos dimos cuenta que ponían fronteras y decían que la madre tierra era de ellos y que por allí nadie podía pasar sin su permiso. Nosotros hicimos un consejo con ellos y les explicamos que ellos no pueden ser dueños de la madre tierra porque la Madre Tierra es su madre y uno no puede ser dueño de su madre. No nos entendieron. Estaban enfermos de la mente. Ellos decían que en nombre de un Ret esa tierra era de ellos y empezaron a decirnos que nosotros no podíamos sembrar, cazar, o vivir en la tierra que ellos reclamaban como suya. Dejamos de dirigirle la palabra y un día que agradecíamos a la madre tierra en nuestra Casa Grande olimos humo. Salimos a ver qué pasaba y los pieles blancas con sus palos de fuego empezaron a matarnos. A nuestras mujeres y los niños los quemaron vivos y mataron muchos.
La verdad es que hoy con mentiras siguen celebrando nuestro exterminio. Pero no hemos desaparecido. Seguimos luchando con la verdad y eso es nuestro agradecimiento este Día de Gracias. Los pueblos indígenas siguen resistiendo el ataque ahora con leyes migratorias que intentan exterminar nuestras familias. Demos Gracias que seguimos en pie y luchando.