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Thursday, March 4, 2021

Tlahtol Macehualli: Fronteras de Gatos Escaldados

 

¿Puedes certificar de memorioso al gato escaldado que huye hasta del agua fría? No, sino que es un gato miedoso. La escaldadura le ha entrado en la memoria. La memoria no recuerda el miedo. Se ha transformado en miedo ella misma.  (Bastos, Augusto Roa, Yo, El Supremo  Capitulo 2)


Dentro de la lucha por nuestros derechos como seres humanos hemos caído en la trampa tendida por los sistemas de explotación impuestos desde la invasión.

Hoy en día se manifiesta en rogar a los estados permitir entrar, vivir, y convivir en áreas geográficas determinadas a los pobladores originales. Nuestra memoria ancestral, nuestro Tezcatlipoca, ha sido escaldada en las hogueras de la inquisición que convirtieron el fuego sagrado en castigo para memorizar el miedo en las conciencias.

El fuego paso de ser el aliado que calentaba nuestra comida y nos abrigaba en las noches frías, al instrumento infernal de los sacerdotes inquisidores y los perros rabiosos de Hernán Cortes. El fuego ceremonial lo transformaron en quemador de cuerpos humanos colgados de vigas ardiendo sobre leña verde para que achicharrare más fuerte aquellos herejes y así escaldar en nues-tra memoria la Biblia y la cruz como la salvación de nuestra vida, nuestra familia, nuestra sociedad.

 Hay de aquel rebelde que ose desafiar las órdenes del rey y sus obispos. Hay de aquel que ose caminar por el camino real sin el permiso del encomendado o el hacendado. Hay de aquel que intente cruzar las fronteras impuestas que demarcan la invasión de los reinados europeos sin el pasaporte inventado por órdenes del rey de España, Inglaterra, Francia, o Portugal. Hay de aquel que ose entrar sin permiso a Estados Unidos, México, Guatemala, Canada, o cualquier país colonial.

Al ver sus soldados, sus agentes aduanales, sus jueces, nuestra memoria tergiversada vuelve a la que-madura de los pies de Cuauhtémoc. Vuelve a los doce cuerpos aborígenes colgados y calcinados representando doce apóstoles. Castigados a muerte en hogueras ardientes por no aceptar las órde-nes del obispo, el sacerdote, o el presidente en turno. Hay de aquel que se le olvide la memoria del miedo convertida en terror generacional. Aquel que supere el miedo sera nuevamente torturado de-trás de las rejas de la inquisición para que recuerde el miedo, y así borrar nuestra memoria ancestral.


Nuestra lucha no es solo por un salario de $15 dólares la hora, o una reforma migratoria. No, nuestra lucha es por recuperar la memoria.

Vivimos por instintos programados de la misma manera que programan un perro, un elefante, un caballo. Nos programan desde las caricaturas, las escuelas, las filosofías, la política de derecha o de izquierda. La memoria verdadera está en el espejo humeante, nuestro Tezcatlipoca. Nuestra memoria está en cada mata de maíz, de frijol, de papas, de calabaza.

Nuestra memoria está en recordar que sin honrar a Nuestra Madre Tierra nos quedaremos sin viento, sin agua, sin aire, sin nada. Nuestra memoria está en estar conscientes que los estados coloniales son impuestos. 
 

Que las fronteras son prisiones, no son demarcaciones patrióticas ni ju-ramentos a los gobiernos extranjeros en turno que siguen y seguirán siendo en cualquier país de este continente simple y sencillamente administradores coloniales sobre los pueblos originales in-vadidos.
 

¿Memoria, cual memoria, la memoria del gato escaldado? No.

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