Phoenix, Aztlán (Donde vive
el espíritu de la verdad)
He escuchado algunos comentarios sobre los jóvenes
“soñadores” que se presentaron a la frontera de nogales a pedir ayuda
humanitaria después de haber vivido en México donde se les trato como hijos
bastardos por el sistema mexicano que sabe expulsar pero que no sabe integrar a
su población. Uno de los comentarios los llamaba, “ilegales dos veces por su
propio gusto.”
La ignorancia histórica es sorprendente en ambos
lados de la frontera. Por un lado el movimiento de los “dreamers” insiste en
auto llamarse “indocumentados y sin miedo” y por otro lado muchos aceptan la
designación de “ilegales” aun si reclaman no tener miedo. Nosotros tratamos de
enseñarles con adobes que datan alrededor de 800 a 900 años, que nuestros
documentos están en esos adobes, en las pinturas rupestres, en su propia ADN,
que atestiguan que nuestros antepasados estaban aquí antes que se inventaran
las fronteras nacionales por mentes enfermas de poder y posesión.
Sin embargo, la verdad histórica no cabe en los
“talking points” (puntos de argumentación) dentro de una campaña política cuyo
único objetivo es una reforma, no una corrección histórica. Todos quieren ser aceptados dentro del mismo
sistema que los escupe, los criminaliza, y los denigra. Algunos dirán que lo
que importa es que el sistema los acepte para poder trabajar y ser útiles a la
sociedad para el bien de ellos, sus familias, y el mismo sistema que se rehúsa
aceptarlos. Es el mismo argumento que se usó por los españoles para forzarnos a
aceptar el sistema de encomienda, el sistema de las haciendas con todos los
instrumentos de control psicológico incluyendo el famoso “derecho de la pernada.”
Para aquellos que no sepan, el derecho de la pernada es el derecho del
terrateniente de gozar la primera noche con la novia, ya el segundo día se la
pasaba al novio. El razonamiento era que así mejorarían la sangre de sus
peones. Pero la razón principal es ejercer el dominio absoluto sobre sus peones
que en esos tiempos eran 100% de sangre indígena.
Hoy en día, disfrazado con leyes, el derecho de la
pernada sigue vigente. El Sheriff Arpaio sigue quitando esposas simbólicamente
al apresar a los padres. Pero aun peor, inconscientemente los jóvenes soñadores
quieren ser aceptados por el Tío Sam, el padrastro de la plantación
norteamericana que sigue rechazando hijos adoptivos llamándoles ilegales. En la
política confusa de la “Pernada” el Tío Sam sigue utilizando la mano de obra
indígena pero fingiendo culpabilidad está dispuesto a reconocer aquellos que
aborrecen su pasado indígena y piden a gritos la ciudadanía como hijos
legítimos del Tío Sam. Pero aquel que rehusé llamarse “ilegal,” aquel que
reclama su derecho ancestral de su madre a la tierra, al aire, al agua, al
fuego, a viajar libremente por las tierras ancestrales desde antes de la
invasión será rechazado. Lo triste es que no solo los rechaza el patrón, sino
aquellos que prefieren seguir el juego llamándose, inmigrantes, indocumentados
o ilegales. Y aun si no tienen miedo de ser ilegales, siguen con miedo de su
identidad, de sus hermanos indígenas que les dicen. “No somos inmigrantes, No
somos ilegales, No somos Criminales, somos trabajadores ancestrales de pueblos
originales.”
La estrategia de los “soñadores” quizás sea exitosa. Posiblemente llegaran a la “Casa Blanca” de la misma manera que Barack Obama. Quizás hasta el color de piel morena sea aceptable en los estados unidos y el mundo entero. Pero el genocidio cultural, espiritual, que nos cambia nuestra identidad por la del hacendado nos robara para siempre nuestra libertad. Nosotros, los pueblos originales de Abya Yala, tenemos el derecho ancestral de viajar y vivir por todo el continente sin tener que aceptar etiquetas de “ilegales,” “indocumentados,” o menos aun “inmigrantes.” Nosotros no venimos de otras tierras. Nosotros no cruzamos el océano. Nosotros hemos vivido, viajado, y practicado nuestros ritos espirituales desde el Norte hasta el Sur, Desde el Oeste hasta el Este de este continente. Hemos ido y venido desde tiempo inmemorial. En nuestra humilde opinión, el movimiento del sueño tiene que despertar de la pesadilla de ilegal e indocumentado y volver a la raíz ancestral que nos ha nutrido a través del tiempo para sobrevivir desde la encomienda hasta las fronteras impuestas por el invasor.
Por Salvador Reza
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