Monday, June 30, 2014

Tonatierra Tlahtolli: La culpa y la pobreza neoliberal


La filosofía sencilla del campo mexicano reflejada en letras de canciones populares puede servir en tiempos difíciles.  Hemos vivido épocas escabrosas a través de nuestra historia y hoy en día no es la excepción con la pesadilla del sueño americano. Es en estos tiempos de ataques contra nuestras familias, contra nuestros niños, que ha veces buscamos aquellas canciones de nuestra niñez para agarrar aliento. A veces sirven las canciones como un profundo suspiro que alimenta nuestro espíritu para aguantar lo que sea y seguir luchando venga lo que venga. 

Una canción que viene a mente hoy en día, al mirar millones de deportaciones en los últimos años del Presidente Obama, es la canción del compositor y cantante Cuco Sánchez que dice, “Guitarras, lloren guitarras, violines lloren igual, no dejen que yo me vaya, en el silencio de su cantar.” Y aunque la canción tiene referencias a partir de la tierra, “Gritemos a pecho abierto, un canto que haga temblar, al mundo que es el gran puerto, donde unos vienen y otros se van” sus palabras aplican muy bien a los migrantes que retan al mundo entero y a sus leyes racistas para cruzar fronteras, montanas, ríos, desiertos y mares con la música en el corazón. 

Y luego la canción, al igual que en la partida de millones de seres humanos que dejan todo inclusive la vida concluye con el “Ahora me toca a mi dejarlos, ahora me toca a mi marchar, guitarra lloren guitarras, que ahí queda lleno de amor, prendido de cada cuerda, llorando a mares mi corazón.” Cuantos padres sin sus hijos, cuantas madres sin sus hijas, cuantos muertos en la bestia, en el río, en el desierto, guiados por los grandes sentimientos de amor hacia su familia. 

A todos esos racistas antimigrantes que acusan a los padres centro americanos de desalmados por enviar a sus hijos a través de fronteras inhóspitas, yo les digo. Yo les pregunto quien de verdad es el desalmado, ¿el que envía a sus hijos con la esperanza de liberarlos de la violencia y el hambre o el congresista o presidente de cualquier país que por el beneficio a las corporaciones impulsa a millones de almas hacia la muerte para el lucro de las clases apoderadas que explotan el sufrimiento? ¿Quién paga el equivalente de 3 a 4 dólares al día en centro America? ¿Quién exporta a decenas de miles de niños a lugares desconocidos? ¿Quién los aprisiona en campos de detención para no decir de concentración? ¿Acaso son los padres de los niños huyendo de la muerte lenta para enfrentarla cara a cara en la Bestia, en el desierto o en el  río? 

La contestación es muy fácil. Los verdaderos culpables del éxodo de niños de México, El Salvador, Honduras, y Guatemala son los gobiernos con políticas neoliberales que se preocupan más por darle ganancias a las trasnacionales que alimentar a su población. Ya es tiempo de dejar de apuntar a los niños, a los padres, y a las familias migrantes y culpar a los verdaderos culpables; las corporaciones mineras, bananeras, agrícolas que lucran de los pueblos para luego culparlos por la pobreza. 


¿Alguien dice algo de las compañías mineras canadienses que chupan el subsuelo? ¿Y las cafetaleras, ¿Y Del Monte? ¿Y Chiquita Banana? ¿Y el Plan Puebla Panamá que ataca a los pueblos Mayas con el pretexto de abrir turismo desalojando comunidades? ¿Y el banco mundial? Dejemos de culpar a las victimas y apuntar la critica a los verdaderos traficantes de niños migrantes.

Salvador Reza
 

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